Esta semana hemos escuchado, perplejos, al eurodiputado polaco Janusz Korwin-Mikke defendiendo la brecha salarial entre hombres y mujeres por considerar que éstas «son más débiles, más pequeñas, menos inteligentes». Tal cual lo leen.«¿Sabe usted —argumentó— cuántas mujeres hay entre los primeros cien jugadores de ajedrez? Se lo diré: ninguna. Por supuesto, las mujeres deben ganar menos que los hombres». Afortunadamente estas palabras generaron una indignación general, pero sorprende que, ya bien entrados como estamos en el siglo XXI, nada menos que un eurodiputado sea capaz de pronunciar semejantes barbaridades. El problema es que esta manera de pensar —por decirlo de alguna forma— todavía late en el subsuelo de algunas capas de nuestra sociedad. Personas que, aunque no lo verbalicen con este descaro, sobreentienden que es lo normal que una mujer cobre menos que un hombre por hacer una misma tarea, porque en términos generales la mujer está menos capacitada por el mero hecho de ser mujer.

La prueba de ello es que la brecha salarial es una realidad. El dato es sonrojante: En 2014 las mujeres en España cobraron por hora trabajada, de media, un 18,8% menos que los hombres, según datos publicados por la agencia estadística de Bruselas, Eurostat. España es el sexto país de la Unión Europea con mayor diferencia entre los salarios de las mujeres y los de los hombres. En cuanto a la incorporación a los puestos más elevados de la jerarquía empresarial, el informe ‘Women in Business 2016’, presentado recientemente, revela que en nuestro país solamente 1 de cada 4 puestos de las cúpulas dirigentes de las medianas y grandes empresas está ocupado por una mujer. Y no será por falta de cualificación. De las universidades españolas salen licenciadas más mujeres que hombres. El 58% de los licenciados universitarios son mujeres y hay un 47% que obtiene un doctorado, según los datos publicados en Education at Glance.

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Carmen Picazo, portavoz del grupo municipal Ciudadanos Albacete

En este sentido, Ciudadanos plantea, entre otras medidas, promover activamente la igualdad de sexos dentro de las empresas con el objetivo de concienciar a ejecutivos, gerentes y empleados, y poder identificar potenciales situaciones de discriminación a la hora de tomar decisiones sobre promociones y contratación. Esto se puede conseguir creando una cultura de transparencia en el proceso de selección en todos los niveles de contratación, manteniendo estadísticas de contratación de hombres y mujeres en diferentes niveles jerárquicos de la empresa, que se deben publicar en un informe anual. Asimismo proponemos inducir a las empresas a establecer objetivos claros de representación de mujeres, introduciendo el requisito de incluir en los informes anuales un plan estratégico para aumentar la representación de mujeres en los altos cargos y consejos de administración.

Negar que se ha avanzado mucho en los últimos años sería negar la evidencia. El relato del machismo viscoso y nauseabundo del eurodiputado polaco es rechazado de modo casi unánime por mujeres y por hombres. Pero los datos son los datos, y demuestran que todavía queda mucho camino por recorrer. La lucha por la igualdad debe desarrollarse en el terreno de lo práctico, no sólo de lo teórico. Con reformas concretas, trabajando fundamentalmente en el terreno educativo, desterrando viejos prejuicios machistas e inculcando a los más pequeños que los méritos o la cualificación son valores que no dependen del sexo, sino de la persona. Eliminando clichés machistas todavía vigentes en nuestra vida cotidiana. La lucha por la igualdad debe ser librada por hombres y por mujeres, juntos codo con codo en el deseo de progresar hacia una sociedad cada vez más justa. Porque cuando hablamos de erradicar el machismo, hablamos precisamente de eso: de Justicia.

Carmen Picazo