Este año, en el que dedicamos el Día Mundial del Turismo a la accesibilidad, es una buena ocasión para reflexionar sobre este asunto. El problema no es baladí en ningún caso, pero mucho menos si hablamos de una ciudad como Toledo y, en concreto, de su casco histórico. Nuestra Historia se asienta sobre una orografía compleja, camina por cuestas empedradas y se esconde en edificios centenarios. La accesibilidad es para Toledo, por sus singulares características, un gran reto y, al mismo tiempo, una gran oportunidad.
Viajar no consiste sólo en desplazarnos a otro lugar y visitar tal o cual monumento, edificio o museo. Viajar es, también, perdernos por las calles, acercarnos a otras formas de entender el mundo, adaptarnos a otros ritmos de vida, aprender otras lenguas. Hacer turismo traspasa las fronteras de lo material y se convierte en una de las experiencias vitales más enriquecedoras. Esto no debería ser exclusivo de aquellas personas que pueden desplazarse sin necesidad de ayuda, pero la realidad es que un 15 % de la población mundial convive con alguna discapacidad. Al hilo de esto, la Organización Mundial del Turismo calcula que unos mil millones de personas ven limitadas o anuladas sus posibilidad de viajar.
En las últimas décadas, gracias al trabajo y esfuerzo de muchos colectivos, la accesibilidad se ha ido abriendo camino. Pero ese camino es largo, complejo y costoso. Necesitamos tiempo, necesitamos herramientas y necesitamos recursos humanos y económicos. No es fácil, no; pero esto no es excusa.
Pensando en el caso particular de Toledo, ¿hay algún concepto más amplio e inclusivo que el de Ciudad Patrimonio de la Humanidad? Hagámoslo accesible para todos: para quienes viven aquí, para los que están de paso, para los que vienen a visitarnos; para personas con capacidades diferentes, para nuestros mayores y para las familias con niños. De un modo u otro todos nos beneficiamos. Demos pasos planificados, firmes y decididos hacia la accesibilidad universal garantizando, con independencia de las capacidades de cada persona, el acceso a los espacios físicos y el transporte; a los servicios y a los canales de comunicación e información.
No limitemos las experiencias vitales, las inquietudes, las sensaciones. Conocer gente, ver increíbles paisajes y monumentos o disfrutar de una comida típica no ha de ser patrimonio de unos pocos.