En los meses de verano muchas de las rutinas del año cambian de forma, se flexibilizan, se hacen más lentas. Es un periodo en el que muchos, al coincidir con otros tantos en esa pausa, aprovechamos para reencontrarnos con los amigos que ya no vemos habitualmente. Resulta bastante común desde hace algunos años destacar el papel de esas personas que se han visto obligadas a cambiar de ciudad o de país por razones de trabajo o personales. En este caso, sin embargo, quiero reivindicar a aquéllos que tras finalizar el periodo universitario apostaron por encerrarse más que nunca en el estudio para acceder a cuerpos superiores de las Administraciones Públicas. Y digo “reivindicar” porque pienso que son muchas las razones para hacerlo en un país en el que, de forma paralela a esta realidad, algunos partidos políticos reparten entre sus fieles (independientemente de sus méritos) puestos públicos de alto rango, obviando a todo un capital humano encerrado en una estricta y competitiva preparación para acceder al servicio público. Un servicio público en el que por vocación, y no por accidente, sí creen.
Argumentos no les faltan para criticar muchas de las características del sistema de acceso: falta de uniformidad en los criterios de los tribunales, falta de recursos para motivar una reclamación, incertidumbre sobre convocatorias, escasa antelación en la comunicación de las modificaciones de los programas, etc. Sin embargo, las jornadas maratonianas de estudio durante al menos seis días a la semana y la dedicación a rendir cuentas a los preparadores durante años les impiden hacerse visibles en la sociedad más allá de aquellos pocos con quienes conviven y comparten su esfuerzo.
Partiendo de lo anterior me pregunto, inevitablemente, qué deben sentir cuando conocen los últimos dedazos de su Presidente del Gobierno Pedro Sánchez. Y cuán intenso es el golpe a su motivación cuando asumen que esa forma de asignar responsabilidades públicas es algo consentido por nuestro sistema político y que viene de largo en todos los niveles del Estado.
Siento una gran admiración por ellos, en especial por amigos y compañeros de clase brillantes, con los que este verano sigue resultando difícil cuadrar cualquier encuentro. Sus rutinas continúan con esfuerzo, perseverancia y vocación para enfrentarse al próximo examen o a la espera de una ansiada convocatoria.
Por ello y por ellos apoyo la política institucional de Ciudadanos: mérito, capacidad, especialización, idoneidad, objetividad, limitación de poderes y de puertas giratorias, ausencia de discrecionalidad e independencia. Además, confío en que vosotros, después de esta experiencia y en vuestros futuros campos de acción (seguro que la próxima es la vuestra), al margen de ideologías políticas, contribuiréis a reafirmar tales valores en las Administraciones desde las que vais a servirnos como ciudadanos.
Isabel Martín de Eugenio
Concejal de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Toledo